martes, 24 de julio de 2007

¡Viven!


En octubre hará 35 años de "la tragedia de los Andes". Un viernes 13 de octubre de 1972 un equipo de rugby uruguayano se dirigía a Santiago de Chile para disputar un partido. Pero, sin un simple suspiro como aviso, el avión se estrelló en la inmensa cordillera de los Andes. Milagrosamente hubo supervivientes, que tuvieron que soportar las bajas temperaturas. El rescate no llegaba, pasaron diez días, y diez días más y el rescate parecía ya una utopía.

A los 62 días de la tragedia, dos de los supervivientes decidieron ser ellos los que irian en busca de ayuda. Fueron en dirección oeste, hacia chile. Después de diez días milagrosos, dejaron de ver nieve, por primera vez en dos meses. Entonces, 21 de diciembre de 1972, supieron que estaban salvados.
Y así fue, los 16 supervivientes pudieron celebrar la Navidad junto con sus familiares.

Os dejo aquí una entrevista hecha a Roberto Canessa (un superviviente) en enero de 2002


-¿Cómo ves hoy a 29 años lo ocurrido en los Andes?

Bueno, me parece que le hubiese pasado a otra persona. Cuando miro a mis hijos, que tienen la edad que yo tenía cuando tuve el accidente, me doy cuenta que es increíble que halla podido sobrevivir. Me parece que fue un poco la inconciencia de la edad lo que nos ayudó, la fe en Dios y la fuerza de uno mismo Hoy a casi treinta años de ese hecho ya no me acuerdo de lo que sentía, me acuerdo de los hechos, pero evidentemente (por suerte) toda la carga de angustia y tristeza que implicó luchar hasta morir, no la recuerdo.


-¿Qué opinión te merecen el libro y la película Viven?

Son personas que tuvieron la suerte de no estar en el accidente, así dan una idea de las cosas que le pueden pasar a los seres humanos y las situaciones límites que pueden existir. Son dos documentos que desde ángulos diferentes muestran lo que son las situaciones límites y los seres humanos enfrentados a la máxima adversidad.


-¿Crees que tu experiencia te llevó a acercarte más a la naturaleza?

Sí, totalmente. Allá, éramos hombres de montaña, inclusive cuando llegué a mi casa, pasaba un auto cerca y me asustaba, porque en la montaña algo que se mueve es un alud o una piedra. Creo que nos transformamos en hombres muy básicos, y esa es la lucha del hombre con la naturaleza, la aprendes a querer, a respetar ya convivir con ella. La noche en la montaña a pesar del frío era un espectáculo increíble, ver la luna reflejada en la nieve. ¡No me lo voy a olvidar!


-¿Hubo algún cambio en tus creencias religiosas después del accidente?

Y bueno, yo creo que hay dos tipos de Dios, uno el que te muestran en la escuela, qué está sentado en el cielo y envía rayos a la gente que esta abajo. Otro, es el que conocimos en los Andes, prácticamente convivíamos con él y le pedíamos su ayuda. Te acercás mucho a la idea de la muerte y pensás que estás de paso por la vida, la vida es un accidente y la única realidad es que te vas a morir. Con esos parámetros es que aprendimos a que no nos importara si nos iba a tocar morir porque estábamos en paz con nuestras almas y con Dios. Ese diálogo constante con Dios, en donde le rogábamos que nos sea difícil pero no imposible salvarnos. Vos estabas ahí y veías a tu amigo que hacia diez minutos estaba vivo.


-¿Cuál fue tu relación con la iglesia después de lo ocurrido?

Yo creo que la Iglesia es una gran organización que trata de ayudar solidarizándose con mucha gente que necesita consuelo de Dios. Creo que hay grandes sacerdotes que están aportándole a las personas. Es una institución que ha hecho muchísimo por el progreso del hombre y a veces se la suele desfigurar y se dicen cosas como: "yo creo en Dios y no en la iglesia", "no creo en los curas". Pienso que es totalmente injusto, todas las generalizaciones son bastante injustas. Por ejemplo en la religión católica los curas tienen que renunciar a todo, creo que renunciar a tener familia es muy duro. Pero yo tengo un gran respeto por la iglesia.


-¿Cómo te sentías físicamente al no tener casi alimentos?

A 3500 metros de altura caminás veinte metros y te falta el aire, además en la nieve te vas hundiendo, en esos lugares no hay camino, ni trilla, ni nada, cada desplazamiento es por un terreno inhóspito e imprevisible. Para nosotros avanzar era terriblemente difícil, no sabía si era que estaba físicamente cansado, o si era la montaña lo que hacia tan difícil avanzar. En un momento caminábamos 33 pasos y parábamos, porque eran 33 los orientales, pero pensábamos que igual eran 20 metros y como sabíamos que teníamos que cubrir más o menos 80 kilómetros que eran 100.000 pasos, entonces cada paso era "un paso". Y así íbamos avanzando hacia nuestro objetivo. Lo que te mantenía con fuerza era pensar en el día siguiente, "tal vez mañana" fue lo que nos mantuvo vívos 72 días, "tal vez mañana" saldremos de acá, "tal vez mañana" llegaremos a la cima, "tal vez mañana" era nuestro móvil.


-¿Se reúnen periódicamente con tus compañeros?

Todos los 21 de diciembre nos volvemos a reunir para estar juntos recordando la posibilidad que nos dio Dios de seguir viviendo, también recordando a los amigos que ya no están. Hace poco nos reunimos para festejar el cumpleaños número 50 de Boby Francois. Es una hermandad donde nos peleamos y discutimos pero siempre manteniendo un vínculo de pertenencia, hermanados evidentemente por un experiencia terrible.


-¿Cómo es tu relación actual con Fernando Parrado?

Mi relación con Nando es muy buena, vive a cuatro cuadras de casa. Somos muy diferentes en la manera de actuar, el es un tipo tranquilo y pausado, yo soy más explosivo. El es padrino de mi hijo y yo soy padrino de las hijas de él, con Nando tengo mayor afinidad, nos entendemos mejor


-¿A lo largo de estos años, cómo sobrellevaste la relación con los familiares de los fallecidos?

Muy bien, querían saber que había pasado con sus hijos, cómo habían pasado sus últimos momentos, qué habían dicho. Entonces que nosotros le hallamos podido contar lo que pasó, fue muy importante para ellos. Recibí mucho apoyo de la familia Nogueira, cuando ganamos el campeonato eran los primeros que venían a abrazarme. En cambio con otros nos conocíamos menos, era una relación más distante, porque no nos conocíamos de antes, pero en general, la relación fue muy buena, incluso los sobrinos de mis amigos, de los que no volvieron, juegan en el equipo de rugby. Nos conocemos todos del barrio, la verdad es que nos han apoyado mucho. .


-¿Después de lo ocurrido tu actitud hacia la vida cambió de alguna forma?

Sí, empezás a darte cuenta que sos un tonto, que tenés todo para ser feliz y que te vivís quejando, no te das cuenta de lo que tenés hasta que lo perdés. No tener en donde dormir, dormir arriba de la nieve, tenerte que comer a los muertos, cuando en tu casa tenés un plato de comida caliente, hasta el agua, teníamos que derretir nieve durante una hora para poderte tomar un vaso de agua. La mayoría de nosotros recibimos más de lo que necesitamos y damos menos de lo que podemos, eso sí, que lo aprendí en la montaña. Tener donde dormir, donde comer, bastante rico sos, en lugar de andar quejándote de que te falta esto, te falta lo otro. La verdad es que la fuerza está en uno mismo, evidentemente que en la montaña si nos sentábamos a esperar que nos fueran a encontrar nuestros padres, nos hubieran muerto todos.


-¿Cómo influyó tu experiencia en la educación de tus hijos?

A mis hijos les enseñé a respetar a la gente por sus valores éticos y morales. Aunque no se deslumbren por las cualidades materiales que pueden tener las personas, sino por su hombría de bien, a ser agradecidos en la vida, que estudien y que traten de progresar por sus propios medios (esa es la parte que más me cuesta). Tienen muchos amigos y se divierten demasiado. De los recuerdos, una de las cosas más lindas que tengo, es una grabación cuando le preguntan a Hilario (mi hijo) si estaba contento por tener a su papá vivo, el contesto que contento no, porque fue una tragedia pero que entiende a su papá, sabe que luchó por su vida y la de sus amigos. Eso para mi vale mucho, cuando Hilario caminó por los Andes (cuando era chiquito) le preguntaron si sabía que caminar en la montaña era tan difícil, el dijo sí, yo sabía que era verdad porque me lo contó mi papá y mi papá nunca me miente. Me parece importante esa imagen de padre, pretendo que tengan respeto por ellos mismos, por su familia, y por los demás, eso es lo importante.

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